Amazonía joven estimuló procesos de participación, inclusión y empoderamiento de las mujeres a partir de la implementación de sistemas de producción sostenible de alimentos, logrando que hoy sean reconocidas y valoradas por parte de las comunidades y los núcleos familiares.
El proyecto Amazonía Joven planteó en primer lugar, un enfoque de involucramiento de todos los miembros de las familias participantes. En ese sentido, a pesar que tradicionalmente las actividades agropecuarias son llevadas principalmente por hombres, se buscaron mecanismos para involucrar a las mujeres desde un primer momento, tanto en los procesos de formación que utilizaron la ganadería (una actividad eminentemente masculina),como gancho para mantener entusiasmadas a las comunidades, como en los procesos de diálogo de saberes, sobre temas productivos, huertas caseras, cultivos de pancoger, manejo de especies menores y procesos de conservación ambiental en finca.
Durante los procesos de formación fueron definidos algunos roles, tanto de las mujeres, cómo de los jóvenes, en donde ellas pudieron tener un papel relevante y protagónico, en las metodologías lúdicas, como en algunos espacios donde se buscó articular los procesos de soberanía alimentaria con los procesos de nutrición familiar - huertas caseras, indicando las especies más convenientes de acuerdo a las necesidades y preferencias de cada familia.
En ese sentido, las sesiones alrededor de la preparación de alimentos fueron relevantes para valorar su papel frente a los hombres, dentro de las actividades en finca, como también su rol potencial dentro de los sistemas productivos agroalimentarios estimulados desde el proyecto. Por ejemplo, en algunos espacios de formación se promovió la “olla comunitaria” a las cuales se invitaba siempre a una participante y a uno o varios jóvenes. La “olla” articulaba jóvenes y mujeres y también a hombres, en la preparación de los alimentos y el “compartir” comunitario de la comida. En otros casos, relacionados con procesos de formación implementación de huertas, se realizaban invitaciones específicas a las mujeres, si el titular era hombre se proponía que fuera acompañado de su compañera o esposa, o si la jefe de hogar era mujer, se sugería que fuera acompañada de su esposo, lo cual además de contribuir a mejorar el diálogo también aportaba a la cohesión familiar.
Durante la implementación, las mujeres cumplieron un papel protagónico en el aseguramiento tanto de la siembra y mantenimiento, como de la cosecha en las huertas caseras (alimentarias y aromáticas), los módulos especies menores y en compañía de los jóvenes, también de la conservación ambiental. Es importante referir que el proyecto en ningún momento promovió procesos de oposición entre hombres y mujeres, sino por el contrario buscó animar la complementariedad, articulación y valoración mutua de su papel dentro de los sistemas productivos promovidos por Amazonia Joven. En ese sentido, se partió de las relaciones culturales existentes y desde allí buscar hacer contribuciones frente a las sinergias de hombres y mujeres en el ámbito familiar y comunitario. Como resultado del proceso de acompañamiento y seguimiento, se pudo constatar que en este proceso fueron las mujeres quienes tuvieron un mayor involucramiento y participación, así como, una alta valoración de los sistemas sostenibles de producción agroalimentaria. Entre otras razones por el impacto positivo en la disponibilidad, acceso y calidad de la canasta básica, como en la posibilidad de tener un papel reconocido en la actividad productiva.
Las mujeres también aportaron de manera destacada, aprovechando su capacidad relacional, en los procesos de trueque e intercambio local de alimentos producidos, que además fueron fundamentales para las que las comunidades pudieran sobrellevar la crisis generada por la situación sanitaria del Covid-19, en donde derivado de los procesos de cuarentena y aislamiento, tuvieron un impacto fuerte frente al abastecimiento local y rural de alimentos.
Si bien, el proyecto no logró avanzar en promover o fortalecer procesos asociativos o redes formales o informales entre las mujeres alrededor del abastecimiento alimentario, sí logró generar una dinámica de empoderamiento femenino en los temas productivos, especialmente frente a la comunidad y a sus propios núcleos familiares.
Tras el proyecto Amazonía Joven, aún quedan procesos por continuar adelantando, los cuales están relacionados con consolidar el empoderamiento de las mujeres rurales alrededor del tema productivo, la promoción de la nutrición familiar y la generación de emprendimientos alrededor del intercambio local de alimentos.
Cuando las mujeres rurales cumplen un papel protagónico en la implementación de proyectos que apunten a promover la soberanía alimentaria, particularmente expresados en la participación permanente y activa, el cumplimiento de roles definidos en los módulos productivos, y la valoración de su papel en los procesos formativos y actividades colectivas en campo, se logra asegurar la sostenibilidad de los proyectos a nivel familiar.
Así mismo, se generan condiciones para procesos de trabajo en red entre las mujeres de la comunidad, así sean informales, y se mejora la percepción de la importancia de las mujeres en las actividades productivas por parte de los pobladores del territorio y adicionalmente se generan condiciones para el desarrollo de capacidades con enfoque de género en el territorio.
Cuando se incorporan metodologías de forma intencionada para que las mujeres logren visibilizar y poner al servicio de los sistemas productivos sus capacidades, se pueden acelerar estos impactos positivos.
La contribución a la paz del proceso de participación y empoderamiento de las mujeres en los sistemas productivos sostenibles agroalimentarios promovidos por Amazonía Joven, apunta en dos sentidos, el primero, la contribución que hace el proyecto frente a la paz cotidiana a nivel familiar, en el sentido que empodera visibiliza, reconoce y valora a las capacidades y los aportes potenciales que las mujeres pueden realizar alrededor de la producción de alimentos el intercambio y la nutrición en el hogar, frente a las comunidades y el propio núcleo familiar.
Adicionalmente esto tiene réditos en el mejoramiento de calidad de vida, ya que impacta positivamente el costo de la canasta básica de alimentos y genera algunos ingresos adicionales que pueden mejorar la economía familiar. En tanto mejora la calidad de vida, esto guarda razón con la lucha frente a la pobreza como un elemento de las causas estructurales de las violencias en el mundo rural.
En conclusión, en el sentido en que las mujeres pueden aportar al núcleo familiar, tanto productiva, como económicamente, esto contribuye a equilibrar las relaciones de poder entre hombres y mujeres al interior del núcleo familiar, y a partir de la perspectiva empleada por el proyecto, dicho equilibrio se logra de manera sinérgica y no violenta.
En segundo lugar, las contribuciones a la paz, están relacionadas con la aplicación de uno de los principios claves de la reforma rural integral contemplada en los Acuerdos de La Habana, que procura la igualdad y el enfoque de género, “impulsando a las mujeres como ciudadanas autónomas, sujetas de derechos que independientemente de su estado civil, relación familiar, o comunitaria, tienen acceso en condiciones de igualdad con respecto a los hombres, frente a los factores de producción, a la formación y a la participación en proyectos productivos”¹⁴. Es así como, el proyecto señala caminos sobre cómo planear, ejecutar y monitorear proyectos buscando incorporar condiciones diferenciales de las mujeres a nivel rural. Así mismo, en el Acuerdo de Paz también se promueve, en materia de alimentación y nutrición, el aseguramiento de éstos para el grupo familiar, en particular niños, niñas y mujeres en todo su ciclo de vida, impulsando la participación de las mujeres en estos procesos.