Amazonía Joven puso en marcha una estrategia de acompañamiento, que además de asegurar los procesos agroalimentarios promovidos en las familias participantes, construyó confianza, empoderó e instaló capacidades locales en comunidades.
Un elemento de éxito del Proyecto Amazonía Joven frente a la promoción de modelos sostenibles de producción agroalimentaria fue la estrategia de acompañamiento. Frente a un territorio extenso, con población dispersa, con algunos participantes escépticos debido a experiencias negativas del pasado con otras iniciativas de desarrollo que fracasaron y un contexto retador por la situación de orden público y emergencia sanitaria derivada del COVID 19, fue necesario diseñar un mecanismo de acompañamiento y asistencia técnica cercano, pertinente, coherente, efectivo, pero que al mismo tiempo, involucrara activamente a los pobladores, empoderándolos para situaciones en que el equipo del Proyecto tuviera impedimentos para ingresar al territorio.
Varios elementos fueron centrales en el éxito de la estrategia de acompañamiento. En primer lugar, fue un proceso planificado y guiado técnicamente, en ese sentido, fue clave: i) durante el proceso de socialización del proyecto, tanto líderes, como participantes, conocieron de primera mano los alcance del proyecto, y en ese marco, el proceso de formación, acompañamiento y asistencia técnica que se llevaría a cabo; ii) el diseño de las unidades temáticas la cuales constituían la guía técnica de las actividades agroproductivas, que además de ser bitácoras vivas, en tanto se realimentaban permanentemente con aportes de los participantes. Así las cosas, las unidades temáticas, permitían determinar, qué, cómo, cuándo y dónde adelantar los procesos de acompañamiento para reforzar aprendizajes, asegurar procesos en finca, y decidir junto con los pobladores, la reorientación y ajuste de actividades y prácticas en cada predio; iii) el diseño de herramientas para la planeación y documentación de la visita y las recomendaciones a cada productor, las cuales facilitaban el aseguramiento y seguimiento adecuado al proceso.
En segundo lugar, fue un proceso sistemático, participativo y con aseguramiento en terreno. Es decir, existían rutas de acompañamiento de parte del equipo técnico, previamente definidas y coordinadas con los participantes, que implicaban visitas “predio a predio y familia a familia”, donde además del proceso de acompañamiento técnico, también se involucraban diálogos de doble vía con las familias, para identificar, logros avances, oportunidades de mejora, y establecer recomendaciones y tareas las cuales se dejaban por escrito y que eran claves para el seguimiento en la siguiente visita.
En tercer lugar, buscó el empoderamiento y el desarrollo de capacidades de los participantes. Desde el primer momento, se identificaron los líderes legítimos de la comunidad. Con ellos se adelantó un proceso formativo adicional, con el fin de facilitar fortalecer/multiplicar el proceso técnico, y, además, reforzar el seguimiento a las actividades que los participantes debían llevar a cabo tras cada taller o encuentro de capacitación a sesión de asistencia técnica. A estos líderes se les denominó “Dinamizadores” y en tanto cumplieron un rol determinante en el proyecto, fortalecieron su liderazgo, no solo en el proyecto sino en la propia comunidad. Es importante anotar que su papel no solo se ciñó a apoyar Amazonía Joven frente a los participantes, sino también a servir de transmisores cualificados entre los beneficiarios y el proyecto.
La conformación del equipo de dinamizadores, contribuyó además a la construcción de confianza con las comunidades, y permitió dejar instalado un capital social útil para futuros procesos en el territorio. Una prueba de ello fue su papel durante el periodo de emergencia sanitaria en que el equipo técnico no pudo desplazarse a terreno, pero que a través de comunicación telefónica pudo brindar la orientación respectiva a los dinamizadores, quienes mantuvieron el proyecto en plena actividad, reduciendo el impacto de una eventual suspensión total de actividades en terreno.
En la implementación de procesos agroproductivos en zonas geográficamente aisladas y con riesgos de conflictividad armada o social como la cuenca media del río Caguán, es necesario un acompañamiento técnico permanente, sistemático e integral, basado en un proceso previamente planificado y con herramientas prácticas que faciliten capturar logros, oportunidades de mejora y recomendaciones, tanto para la gestión de los equipos técnicos, como de los propios participantes.
Cuando el proceso de acompañamiento se realiza de forma permanente en terreno y “casa a casa” apoyada con instrumentos que consignen y compartan los resultados y recomendaciones a los participantes, se logra un mejor seguimiento a los planes de trabajo acordados con las comunidades, se asegura que los conocimientos impartidos por el proyecto se apliquen de forma práctica y efectiva. Si el proceso, además se refuerza con diálogos que vinculan a todo el grupo familiar con enfoque de acompañamiento integral, además de fortalecer la participación y el empoderamiento de mujeres y jóvenes, también contribuye a la construcción de confianza y a la realimentación comunitaria en tiempo real sobre oportunidades de mejora al mismo proyecto.
Cuando el proceso de acompañamiento, además vincula activamente a miembros de la comunidad a través de gestores o líderes reconocidos por los participantes, para que multipliquen y monitoreen los procesos en terreno, información clave y conocimiento derivado de los diálogos de saberes, los proyectos ganan mayor legitimidad, dejan capacidad comunitaria instalada y además aseguran resiliencia en momentos de crisis en los que los equipos técnicos puedan tener dificultades para el ingreso al territorio.
Un elemento central que fue incluido en el primer punto de los acuerdos de la Habana denominado “Reforma Rural Integral”, fue la asistencia técnica, la cual se estableció “con el propósito de fortalecer las capacidades productivas de la economía campesina, familiar y comunitaria para desarrollar sus proyectos productivos y estimular procesos de innovación tecnológica”, si bien este asunto quedó establecido como una responsabilidad del Gobierno colombiano, también es cierto que existe un gran acervo de conocimiento sobre este tema por parte de la sociedad civil que puede contribuir enormemente a este proceso. En este sentido, la experiencia de Amazonía Joven puede constituir un insumo valioso sobre cómo realizar procesos de acompañamiento y asistencia técnica integral, que además de asegurar resultados en los asuntos agroproductivos, también construya confianza con las comunidades, empodere y desarrolle capacidad local de cara a procesos de desarrollo comunitario, y también promueva la participación activa de todos los grupos poblacionales.