Una de las apuestas en el marco de la estrategia escuela Río de Colores, fue capitalizar las experiencias previas ya validadas por los ejecutores, con el fin de cumplir con las metas del Proyecto, pero buscando también generar capacidad instalada localmente. Uno de esos casos fue la formación de dinamizadores adelantada por CORPOMANIGUA, utilizando la metodología de la Escuela Popular empleada en iniciativas previas.
La estrategia de dinamización se empleó en el marco de la coyuntura sanitaria producida por la pandemia del COVID 19 y frente a la cual CORPOMANIGUA decide innovar manteniendo activos sus procesos territoriales frente a una población campesina, de baja escolaridad, con poco conocimiento de medios digitales y con graves dificultades de conectividad. También fue empleada en los procesos de acompañamiento con las comunidades de la Zona de Reserva Campesina del Pato Balsillas, en el marco del de apoyo al proceso de reintegración de excombatientes de las FARC que se acogieron a los Acuerdos de Paz.
Esta estrategia consistió en identificar y capacitar miembros de la comunidad, que fueron escogidos, entre otros, por criterios relacionados con su liderazgo, credibilidad y legitimidad comunitaria, e interés y voluntad en participar en el proceso. En la formación y entrenamiento, se emplearon metodologías de la Escuela Popular Campesina de CORPOMANIGUA, utilizadas en otras iniciativas anteriores.
La capacitación se basó en cómo planear metodológicamente actividades con las comunidades y, posteriormente, como evaluar los aprendizajes allí desarrollados. El ciclo de formación consistió en el desarrollo de tres etapas o módulos: en primer lugar, el módulo de Observadores, en segundo lugar, un módulo de pre-dinamizadores, y finalmente el módulo de dinamizadores. Los contenidos en cada uno de los módulos, se focalizaron en el fortalecimiento de habilidades pedagógicas en competencias comunicacionales y técnicas, que le permitían a los dinamizadores, desde elaborar un informe, hasta cómo planear, desarrollar y evaluar un taller, pasando por capacidades para elaborar un plan de trabajo, diseñar metodologías, entre otros.
El proceso de formación y entrenamiento fue personalizado y permanente, con sesiones mensuales de planeación y evaluación. Esto permitió que los educandos pudieran crear su plan de trabajo, acompañados por los profesionales del proyecto.
El grupo de dinamizadores formados, 19 en total, con capacidades para dinamizar procesos culturales, organizacionales y productivos de manera autónoma y además con competencias en liderazgo, asumieron tanto las acciones de facilitación social, así como, las actividades de seguimiento, gestión y acompañamiento, cuando los técnicos del Amazonia Joven no lograron ingresar al territorio. Ellas y ellos se convirtieron en replicadores territoriales en el marco de un proceso de capacitación y acompañamiento, que hoy constituye un recurso humano clave para el territorio.
Buena parte de la labor de los dinamizadores tuvo que realizarse bajo un proceso de acompañamiento por parte de CORPOMANIGUA de manera remota, empleando medios virtuales. Esto implicó una rápida inmersión y nivelación sobre el uso de estas tecnologías que implicó ajustar contenidos y metodologías de aprendizaje. Esto fue aún más desafiante por los diferentes niveles de escolaridad y capacidad del grupo seleccionado de dinamizadores locales. El papel de los dinamizadores fue absolutamente central para poder mantener el proyecto activo y a flote durante la crisis sanitaria, lo cual reforzó, tanto la confianza del Proyecto en este equipo en territorio, como de comunidades con Amazonia Joven.
Esta estrategia, aunque surgió en un contexto determinado, se convierte en la estrategia para sostener los procesos en una realidad como el Caqueteño en donde las distancias territoriales son tan amplias y donde se torna complejo un acompañamiento permanente. Se proyecta, de esta forma, como una estrategia de réplica y sostenibilidad de los procesos, al convertirse en un proceso de formación a formadores.
En iniciativas de desarrollo rural, el involucramiento activo de los miembros de la comunidad, bajo un enfoque de desarrollo de capacidad local, más allá de su rol como participantes, es fundamental para la efectividad y sostenibilidad de los procesos.
Cuando este involucramiento, se realiza: i) identificando de manera adecuada los posibles participantes bajo criterios de legitimidad, liderazgo, competencias y aceptación comunitaria; ii) brindando formación, entrenamiento previo y herramientas, de manera eficaz y pertinente; iii) desarrollando capacidades y competencias bajo esquemas metodológicos y pedagógicos establecidos previamente; y, iv) orientando, acompañando y realimentando su labor en tiempo real, presencial o remotamente, los proyectos logran altos niveles de confianza con las comunidades, la transferencia tecnología se realiza de manera más eficiente y efectiva, y se logra una alta capacidad de resiliencia, especialmente en zonas de difícil acceso o condiciones de seguridad, pues los dinamizadores o facilitadores comunitarios pueden continuar adelantando actividades, a pesar de las barreras que puedan impedir el ingreso de los técnicos a los territorios.
Un factor de éxito es que cuando se emplean miembros de la comunidad que son cualificados previamente por el proyecto, los niveles de confianza y cercanía con las iniciativas en marchas son mucho mayores, que cuando se emplea personal externo o sin conocimiento del territorio. Otro elemento de valor añadido, es que se deja capacidad instalada de recurso humano cualificado en el territorio, el cual incluso puede por su cuenta continuar animando procesos tras el retiro del proyecto, o pueden orientar de manera efectiva las lógicas de intervención de futuros proyectos que ingresen al territorio.
En el marco del proceso de formación y entrenamiento de facilitadores, siempre se debe prever, esquemas pedagógicos y metodológicos que permitan que el proceso pueda llevarse a cabo, a pesar de los diferentes niveles de escolaridad de los participantes. Esto significa un reto de adaptación de contenidos y herramientas incluso para personas con analfabetismo absoluto (no saben leer ni escribir). Ello debe implicar el desarrollo de módulos y herramientas adaptadas previamente, que son una inversión de activos de conocimiento útiles para futuras intervenciones.
De otro lado, un aprendizaje clave para capitalizar al futuro, está relacionado, en cómo en medio de la dificultad para el ingreso al territorio, se emplearon a fondo los medios digitales. En ese momento Corpomanigua tuvo que retarse al máximo para identificar con cuáles herramientas tecnológicas contaban los participantes y dinamizadores, ¿qué comprensión tenían de ellas?, ¿era posible emplear nuevas y cómo facilitar su accesibilidad? Esto tuvo que resolverse en tiempo real.
Si bien el proceso pudo llevarse a cabo, hubo lecciones. Entre ellas, que en territorios de difícil accesibilidad o con altas condiciones de incertidumbre como el Caquetá, es siempre necesario, incorporar en los proyectos, formación básica orientada a la alfabetización digital de sus participantes, pero también, la promoción de esquemas de comunicación masiva (p. ej. a través de redes sociales y radio) y alternativa (arte, cine veredal, etc.), esto implica: i) desarrollar una metodología propia adaptada a las condiciones; ii) entrenar a los formadores de la organización en este tema; iii) definir esquemas de actuación cuando sea necesario desplegar este tipo de estrategias en momentos de crisis; iv) evaluar riesgos de su uso, especialmente en momentos de crisis relacionadas con asuntos de seguridad. En ese sentido es deseable promover sinergias entre dinamizadores, que deben tener competencias con las tecnologías de información y comunicación, con los colectivos de comunicaciones que puedan promoverse o capitalizarse. Esto es clave no solo en procesos sociales, sino también y muy especialmente en desarrollo agroambiental.
En estos procesos el papel de los y las jóvenes es muy relevante y dicha estrategia debe buscar incluirlos de manera intencionada desde el primer momento. Este es un tema en el que el Proyecto tuvo grandes aciertos tanto en la Cuenca Media del Río Caguán, y muy especialmente en la ZRC Pato Balsillas.