Amazonía Joven desarrolló, junto con las comunidades participantes, capacidades y modelos de producción agroalimentaria sostenibles adaptados a la cuenca media del río Caguán, que hoy sirven como referentes de soberanía alimentaria y resiliencia comunitaria a nivel territorial.
Una de las apuestas centrales del Proyecto Amazonia Joven fue la producción agroalimentaria sostenible, como una contribución a la construcción de paz con enfoque territorial en el medio Caguán. Tras décadas de conflicto armado y narcotráfico, el proyecto buscaba señalar algunos caminos para construir un futuro digno por parte de los pobladores en esta región. En el proyecto se conjugó, una necesidad apremiante por promover la soberanía alimentaria en el territorio, y al mismo tiempo una amplia experiencia previa de CORPOMANIGUA en este tema, así como, su conocimiento del territorio, que fueron claves para un ingreso al área sin traumatismo y una rápida construcción de confianza.
El proceso inició con un cuidadoso proceso de focalización territorial y social, así como de identificación de participantes, donde fue central la participación de los presidentes de las Juntas de Acción Comunal para orientar la búsqueda de los beneficiarios más pertinentes.
Esto implicó la definición/aplicación de criterios para su selección, orientados principalmente a la sostenibilidad del proceso. Entre ellos se destacan, i) acceso a tierra propia, fundamental para asegurar el arraigo, apropiación y la estabilidad de la implementación de los modelos; ii) existencia en el predio de un área de bosque primario, clave como mecanismo de protección y conservación, pero también de acceso a material vegetal nativo para los sistemas agroforestales y silvopastoriles a instalarse en el predio; iii) interés por participar activamente en el proyecto, iv) conocimiento, competencias o capacidades previas en conservación ambiental; v) existencia de un núcleo familiar presencia de niños y jóvenes para asegurar la sostenibilidad generacional y lograr coherencia con las metas previstas en el proyecto.
Aquellas familias interesadas que no reunían las condiciones exigidas, siempre tenían un espacio para explicar las razones del no ingreso al proyecto, como un elemento de respeto y de coherencia con los pobladores. Las familias seleccionadas, 180 en total, contaron con espacios, tanto para la socialización en profundidad del proyecto, como para definir acuerdos comunitarios frente a la implementación. Esto implicaba discutir y definir los aportes que realizaría el proyecto, como aquellos que eran compromiso de los participantes, bajo un enfoque de corresponsabilidad y trabajo conjunto, que buscó una mayor apropiación del proceso por parte de la comunidad. Dichos acuerdos, como las actividades que se desarrollarían, se formalizaron en actas de acuerdo. Esto significaba detallar el paso a paso, en el proceso de ejecución, el proceso de acompañamiento, las actividades de formación y la instalación de los sistemas productivos, los talleres de siembra etc.
Inicialmente, hubo pobladores que expresaron desconfianza y prevención con el Proyecto, en razón a experiencias pasadas con proyectos poco participativos, de baja pertinencia territorial o que técnicamente no lograron los resultados esperados o no cumplieron sus promesas de valor frente a la comunidad. Tras el inicio del proyecto y los esquemas de relacionamiento altamente participativos, transparentes, de profundo respeto por el conocimiento local e impacto temprano desplegado por CORPOMANIGUA, dichas percepciones se fueron disipando, especialmente después de las victorias rápidas generadas por el proyecto.
Derivado del proceso de formación, diálogo de saberes, capitalización del conocimiento local y el acompañamiento permanente en finca se fue construyendo colectivamente un modelo agroproductivo sostenible con arreglos agroforestales, denominado Fincas Integrales Familiares Agrosostenibles - FIFAS, basado en franjas. Bajo un enfoque adaptativo, se desarrollaron dos modelos, unos para zonas inundables y otro para zonas secas.
El proceso partía de un diagnóstico predial para identificar los sistemas productivos existentes en finca y a partir de allí diseñar y poner en práctica dicho modelo de producción integral. Dicho modelo incorpora estrategias en el corto plazo para familias y comunidades como: i) un módulo de pancoger (plátano, yuca, maíz, hortalizas, entre otros) y frutales, para el autoconsumo y venta de excedentes en los mercados locales, clave para responder a las necesidades alimentarias inmediatas de las familias y las comunidades participantes. En zonas inundables se desarrollaron innovaciones con huertas elevadas; ii) un módulo de especies menores, que, en muchos casos, empleaba pie de cría local, p.ej. aves de corral; iii) y un módulo de producción forrajera (capitalizando aquellas especies nativas de mayor potencial referidas por los propios pobladores) que aseguraba la conexión del modelo con los sistemas ganaderos predominantes en el predio. Y estrategias para el largo plazo fundamentadas en: iv) un módulo de producción forestal comercial o la “jubilación de la familia a largo plazo”; v) acuerdos de conservación en aquellas fincas que contaban con reductos de bosque.
Este modelo, como ya se advirtió incorporó arreglos agroforestales, empleando en muchos casos, material vegetal nativo. Así mismo, y como parte de una sinergia establecida con el Proyecto Territorios Caqueteños Sostenibles para la Paz -TCSP, también financiado por el Fondo Europeo para la Paz, se desarrollaron capacidades en agricultura sintrópica que fueron transferidas a varias familias para su implementación en finca. El proceso completo su ciclo, con actividades de formación en culinaria local y talleres de gastronomía, a través de chefs que enseñaron, a hombres y mujeres, nuevas formas de preparación de varias de las especies promovidas y cultivadas en los módulos de pancoger y huerta casera, que además de desarrollar competencias para mejorar nutricionalmente la dieta de las familias, se constituyó en un espacio de socialización e integración, e incluso hasta de cierre de brechas entre hombres y mujeres, en tanto los hombres pudieron asumir actividades de preparación alimentos, tradicionalmente ocupadas por mujeres.
En todo este proceso, fue fundamental, de un lado, la incorporación de conocimientos de los pobladores, hombres, mujeres y adultos mayores en las actividades del proyecto, sobre la utilización especies vegetales y forestales autóctonas, la recuperación de prácticas agrícolas locales, las dinámicas agroclimáticas, y hasta incluso, saberes propios sobre culinaria local aportando a la construcción de modelos agroproductivos sostenibles que señalan caminos sobre cómo contribuir a la soberanía alimentaria del territorio desde las lógicas de las propias comunidades; y de otro, la vinculación y participación activa de mujeres y jóvenes, que sirvieron de “caja de resonancia” frente a la instalación de las huertas de abastecimiento alimentario en finca y de los procesos de producción sostenible y conservación ambiental.
Durante el proceso, se pudo evidenciar que las mujeres tuvieron una participación altamente activa en los procesos de formación y de diálogos de saberes, y si bien, en el proceso de cultivo y siembra los hombres fueron claves, las mujeres lideraron los procesos de cosecha y sostenimiento de las huertas asegurando un impacto positivo en la economía familiar y en la diversificación de la producción de alimentos.
La importancia para las familias del modelo fue validada tras el proceso de cuarentena ocasionado por el COVID 19 donde ante una dificultad frente al acceso de alimentos, las parcelas instaladas, permitieron el abastecimiento local de alimentos. Así mismo, los jóvenes encontraron en estos procesos una ruta para sus proyectos de vida, fortalecieron su vinculación en las actividades en los predios familiares y tuvieron una activa participación en el proyecto.
El enfoque altamente participativo, ético y transparente y una aproximación hacia las comunidades de profundo respeto y relacionamiento horizontal durante el desarrollo del proyecto, permitió construir confianza, legitimidad y respaldo por parte de las comunidades, la cual fue clave para poder operar en un contexto donde se deterioró la situación de seguridad tras los Acuerdos de Paz.
A través de la puesta en marcha de estos modelos en el territorio, si bien no se resolvió la situación de inseguridad alimentaria que muchas comunidades de la cuenca media del río Caguán afrontan, sí permitió señalar caminos y referentes que han permitido vencer la cultura de “comprar todo afuera”, generando incluso excedentes para su venta localmente. Es decir, se desarrollaron capacidades locales para el abastecimiento local de alimentos, que además contribuyó a fortalecer el tejido social, en tanto permitió promover la confianza y estrechar lazos de solidaridad al interior de las comunidades a través del intercambio de alimentos, valorar los recursos locales disponibles, y mejorar la economía familiar al reducir la compra de alimentos fuera de la finca.
En territorios con alto riesgo de crisis, como la cuenca media del río Caguán, que impliquen la imposibilidad de que su población pueda huir o migrar (p, ej. por paros armados, o situaciones sanitarias) o puedan ser abastecidos externamente, un proceso fundamental para el desarrollo de procesos de resiliencia comunitaria es buscar el autoabastecimiento alimentario. Cuando esos procesos se construyen de forma participativa, involucrando a la comunidad en su conjunto, aprovechando el potencial biológico del territorio y rescatando procesos de memoria agrícola, estas actividades suelen ser socialmente más sostenibles.
Si estos procesos ya están en funcionamiento y emerge la crisis, se tiende a mejorar la valoración comunitaria de las intervenciones pues permiten cubrir las necesidades alimentarias básicas, en estos casos, el proceso tiende a lograr mayor arraigo e impacto cuando son involucradas mujeres, jóvenes y niños desde el primer momento.
Cuando se promueven modelos productivos sostenibles, como el desarrollado por Amazonia Joven a través de CORPOMANIGUA en la cuenca media del Caguán, en el que se integran cultivos de ciclo corto (como hortalizas y pancoger), mediano (p. ej. frutales) y largo plazo (p. ej. maderables) bajo esquemas agroforestales o de agricultura sintrópica adaptada al ecosistema con módulos de especies menores e integrados con los sistemas productivos dominantes (p. ej. ganadería), se puede lograr un sistema, que en el corto/mediano plazo puede permitir el abastecimiento e intercambio/mercadeo local de alimentos, y en el mediano/largo plazo la producción/comercialización de otros productos como frutales y maderables de interés comercial mejorando el ingreso familiar campesino.
En los casos en que en estos modelos se emplea material vegetal o genético nativo, el nivel de apropiación y sostenibilidad social, económico y ambiental se incrementa. Mejores resultados se presentan cuando en el proceso se vinculan diferentes grupos poblacionales promoviendo roles diferenciados dentro del modelo y/o se rescatan prácticas productivas tradicionales/ancestrales.
Uno de los propósitos de los Acuerdos de la Habana fue buscar que la paz permitiera “alcanzar una sociedad sostenible unida en la diversidad, fundada no solo en el culto de los derechos humanos sino en la tolerancia mutua, en la protección del medio ambiente, en el respeto a la naturaleza, sus recursos renovables y no renovables y su biodiversidad”¹⁰, en ese sentido el desarrollo de modelos de producción agroalimentaria sostenibles adaptados a la cuenca media del río Caguán realizado por Amazonía Joven, se constituye en una contribución que aporta en ese propósito.
Esto se fundamenta en que contribuye a varios derechos entre ellos a de la alimentación, en tanto promueve modelos agroalimentarios adaptados al bioma amazónico; a un ambiente sano, en tanto privilegia esquemas sostenibles con el ecosistema, empleando material vegetal nativo y saberes locales para su implementación; el derecho al trabajo, debido a que derivado de los procesos de producción de alimentos, se redujo el impacto en el costo de la canasta básica de los participantes, pero además promovió circuitos de intercambio y comercialización local de alimentos. Adicionalmente, tanto el modelo de formación, como el de extensión rural, privilegió la cohesión, el encuentro, el intercambio y el diálogo comunitarios, reconstruyendo vínculos, pero además, contribuyendo a la convivencia territorial.
Adicionalmente, los Acuerdos también indican como un principio clave la integralidad, reiterando la necesidad que se asegure la productividad, mediante programas que acompañen entre otros factores de producción … la innovación, ciencia y tecnología, asistencia técnica, … y comercialización y con otros medios de producción que permitan agregar valor. También se debe asegurar oportunidades de buen vivir que garanticen … una alimentación sana, adecuada y sostenible para toda la población”¹¹. En este mismo sentido, los Acuerdos también refieren la necesidad de insistir en el derecho a alimentación señalando que “la política de desarrollo agrario integral debe estar orientada a asegurar progresivamente que todas las personas tengan acceso a una alimentación sana y adecuada y que los alimentos se produzcan bajo sistemas sostenibles” y es en esta misma ruta que Amazonia Joven hace aportes sustanciales desde la sociedad civil a lograr esos impactos.
Finalmente los Acuerdos también buscan “apoyar a las comunidades rurales que actualmente colindan con, o están dentro de, las áreas que deben tener un manejo ambiental especial, en la estructuración de planes para su desarrollo, incluidos programas de … recuperación comunitaria de bosques y medio ambiente, que sean compatibles y contribuyan con los objetivos de cierre de la frontera agrícola y conservación ambiental, tales como: prestación de servicios ambientales, dando especial reconocimiento y valoración a los intangibles culturales y espirituales y protegiendo el interés social; sistemas de producción alimentaria sostenible y silvopastoriles…” frente a este propósito Amazonia Joven, realiza un aporte valioso al ofrecer caminos para la producción alimentaria sostenible, que permite contribuciones frente a procesos de soberanía alimentaria, al mismo tiempo que busca recuperar especies nativas amenazadas para incorporarlos en arreglos forestales corredores de conservación.