Un eje fundamental del Proyecto Amazonia Joven, fue el desarrollo de capacidades locales en individuos, comunidades y organizaciones. Para la materialización de este propósito se diseñó una apuesta de formación formal, continuada y no formal en diferentes áreas y niveles de profundidad, que fue transversal a todo el proyecto.
Dicha apuesta buscaba capitalizar experiencias previas de educación popular y formación de formadores de cada ejecutor, pero también explorar o adaptar nuevos contenidos a procesos metodológicos ya validados.
Uno de los retos fue adaptar los contenidos y metodologías de los participantes con diferentes niveles de escolaridad, incluso muchos de ellos en condición de analfabetismo absoluto (es decir que no saben leer ni escribir, como digital). Adicionalmente de la dispersión de la población, las condiciones de recrudecimiento del conflicto y la crisis sanitaria constituyeron desafíos para el desarrollo de la Escuela en el territorio.
Escuela Rio de Colores: diversidad de contenidos, metodologías y niveles de formación
eEl proyecto Amazonia Joven, implementó una apuesta global de formación que fue denominada Escuela Río de Colores, la cual contempló las siguientes apuestas
(i) Programa de Becas para la culminación de estudios primarios, secundarios y acceso a formación técnica y tecnológica: esta línea buscó avanzar en procesos de formación de jóvenes en los programas Técnico Laboral en Agropecuaria y Transformación de Alimentos y el programa Técnico Laboral en Competencias de Programación de Sistemas con Profundización en Humanidades; y la culminación de los estudios primarios y secundarios.
(ii) Las Escuelas Audiovisuales, Deportivas y Culturales, las cuales desarrollaron competencias en producción audiovisual, arte, música, danza, teatro, deporte y periodismo rural, claves para la cohesión social, la recuperación de la identidad y la generación “voz” y capacidad de gestión e incidencia territorial.
(iii) Los procesos de alfabetización digital, que brindaron conocimientos y manejo de las Tecnologías de la Información y Comunicación – TIC a comunidades educativas, y pobladores rurales.
iv) El programa de formación de dinamizadores locales, una apuesta de creación de capital humano del territorio formado para dinamizar procesos socioeconómicos y ambientales en el territorio
v) Procesos de formación técnica no formales en sistemas productivos y agroambientales a familias campesinas y productores, a través de Escuelas de Campo de Agricultores – ECAS, Diplomado para Jóvenes en Economías Verdes y Emprendimiento realizado con la Universidad de la Amazonia, Proceso de formación en emprendimiento rural con GIZ y ministerio del medio ambiente (el intercambio y formación en economía verdes se dio para el equipo implementador del proyecto, participaron 4 profesionales).
vi) Formación a Organizaciones Comunitarias y Asociaciones de Productores, buscando mejorar los índices de desarrollo organizacional, y también promoviendo capacidades técnicas y productivas para la producción, la postcosecha y la comercialización (p. ej certificación INVIMA). En articulación con el SENA adicionalmente se fortalecieron los sistemas de producción de caña panelera y sistema productivo de cacao.
vii) Procesos de formación para el cierre de brechas de género, especialmente a través del Seminario “Género y Desarrollo, pero también de numerosos diálogos en el marco de las diferentes actividades adelantadas por el proyecto.
Si bien, la Escuela Río de Colores, no tuvo un plan de estudios estructurado y planeado como parte del proceso de alistamiento del proyecto, que procurará que las diferentes iniciativas involucraran, en un proceso de formación continua, a cada participante, si destaca la variedad de iniciativas de formación, riqueza de contenidos y abordajes metodológicos e innumerables logros en términos de empoderamiento, creación de capacidad local, cohesión social y de apropiación territorial en los participantes.
Escuela Río de Colores: educación formal, no formal y continuada, capitalizando la oferta educativa existente en el territorio y la experiencia previa de los ejecutores
El proceso de formación tuvo diferentes niveles, uno orientado a la educación formal, donde básicamente se buscó que los jóvenes lograran, culminar sus estudios de educación básica o secundaria, y que muchos de ellos lograran acceder a la educación técnica y tecnológica, y bajo este esquema, dejar sentadas las bases para que, a partir de su esfuerzo y gestión, puedan incluso acceder en el futuro a la educación superior.
En ese sentido, el Proyecto adelantó una estrategia para capitalizar las capacidades existentes en el territorio en materia de oferta educativa y vincularlas directamente a Amazonía Joven. Esto fue central en el propósito de fortalecer las capacidades territoriales existentes, pero también de contribuir al arraigo territorial, evitando la salida de los jóvenes a otras regiones so pretexto de la necesidad de búsqueda de ofertas educativas similares.
En este caso, se aprovechó la oferta de educación técnica de la Institución Ciudadela Juvenil Amazónica Don Bosco en San Vicente del Caguán y la infraestructura y proceso educativo de la Aldea Juvenil Emaús en Remolinos del Caguán y otras instituciones educativas presentes en los demás centros poblados ribereños, para el caso de educación primaria y secundaria. El espíritu de esta apuesta era generar un ciclo que asegurara la culminación de educación básica y bachillerato, para luego continuar con los estudios técnicos o tecnológicos.
En el caso de la formación técnica, como se detallará en las próximas lecciones aprendidas, se empleó una metodología activa, que permite la aplicación y el involucramiento de la familia campesina en el proceso formativo. Esto significa que los jóvenes pueden aplicar en tiempo real los conocimientos adquiridos de forma práctica en las parcelas familiares, desarrollando emprendimientos productivos, tras la culminación de sus estudios, en muchos casos estimulados por el proyecto.
De otro lado, el Proyecto también adelantó gestiones para involucrar a la Universidad de la Amazonía en otros procesos de formación formales y no formales. Este acercamiento fue central, pues no solo involucró a la academia al territorio, sino que también permitió que los participantes pudieran tener contacto con la Universidad para gestar hacia el futuro nuevos procesos de formación técnica y profesional, así como, a iniciativas de educación continuada, pero también de inclusión a procesos sociales que se promueven desde la academia.
Frente a la educación no formal, es importante referir que se desarrolló buscando cerrar brechas de capacidades en varias perspectivas, la primera buscando cerrar las brechas digitales y comunicacionales, a través de la metodología de Escuelas Digitales Campesinas, pero también a través de la Escuela Audiovisual que se puso en marcha en la Zona de Reserva Campesina de Pato Balsillas, que derivó en la iniciativa Voces del Pato. Esta apuesta fue fundamental, pues en un territorio vasto y disperso, la tecnología digital puede ser fundamental para la comunicación y la cohesión comunitaria, el acceso a la información, pero también para visibilizar y agenciar sus procesos sociales, culturales, ambientales y productivos.
Un mecanismo de comunicación alternativa y reconstrucción de tejido social, fue el arte y el deporte, particularmente desarrollado por los jóvenes, y en muchos casos articulados con las instituciones educativas. Esta iniciativa permitió comunicar otros contenidos de forma horizontal entre las comunidades cercanas, pero también facilitó la cercanía y la cohesión comunitaria, contribuyendo a la creación de confianza y de reconstrucción del tejido social, tan golpeado por años de conflicto, exclusión y aislamiento.
En segundo lugar, se adelantaron procesos de formación para el cierre de brechas técnico-productivas relacionadas con la producción agroalimentaria sostenible y la conservación ambiental, que, bajo diferentes esquemas como las escuelas de campo, intercambio de experiencias, cursos y diplomados, permitieron nivelar y fortalecer los conocimientos y capacidades de los participantes en estos temas, resignificar el saber local e incorporarlo en las apuestas productivas,
En tercer lugar, se llevaron a cabo algunas acciones conducentes al cierre de brechas de género, en el sentido que se procuró una vinculación activa de las mujeres en los diferentes procesos de formación. En este caso no solo se buscó su participación, sino su visibilidad, reconocimiento de sus roles a nivel familiar y comunitario y su empoderamiento, a través de apoyos concretos al proyecto para adelantar actividades diferenciadas, como, por ejemplo, en la producción de alimentos a nivel familiar. Adicionalmente, se llevaron a cabo procesos de formación complementaria a través de un seminario en temas de género que contribuyeron a reforzar el entendimiento de derechos de las mujeres en el territorio.
Metodológicamente, los procesos de educación no formal, fueron adelantados por las organizaciones ejecutoras, y tuvieron como uno de sus enfoques principales la educación popular y la formación acción participación, bajo un esquema de diálogo permanente de saberes que, además de enriquecer a los participantes y a los propios ejecutores, permitió generar procesos de revaloración del conocimiento local y del patrimonio territorial.
Así mismo, el “aprender haciendo” promovido por la Escuela Río de Colores, le permitió al proyecto generar victorias tempranas, facilitando la construcción de confianza y la rápida apropiación y aplicación de los conocimientos adquiridos por los participantes.
Un elemento central de la Escuela Río de Colores, fue la formación de dinamizadores, que se enfocó en un proceso de formación adicional, que capitalizó aprendizajes y esquemas previos de la Escuela Popular empleada por Corpomanigua, y que permitió, tras un proceso de identificación de líderes clave de la comunidad, contar con un recurso humano cualificado, que fue integrado como pieza central de los procesos de acompañamiento y animación social del proyecto, incluso en momentos de dificultad para ingresar al territorio. Este proceso fue efectivo, porque además de dejar capacidad instalada, contribuyó a la construcción de confianza con las mismas comunidades participantes, pues miembros de dichas comunidades fungían como acompañantes cualificados de los procesos que se buscaba emprender con Amazonia Joven.
Escuela Rio de Colores: formación para el desarrollo de capacidades locales, la cohesión social y la construcción de paz
El proceso de formación de la Escuela Río de Colores, tenía como uno de sus propósitos fundamentales desarrollar capacidades locales en el territorio. Hoy la Cuenca Media del Río Caguán cuenta con cerca de 100 técnicos en temas agropecuarios y en transformación de alimentos, que desarrollan proyectos productivos en sus parcelas, se han empleado como asistentes agropecuarios en instituciones o empresas de servicios, o que tienen potencial y apoyan nuevos proyectos de cooperación al desarrollo en el territorio. Esos jóvenes hoy son referentes y es incalculable el impacto positivo y transformador que potencialmente pueden generar en la zona.
Complementario a ello, se encuentran los dinamizadores, hombres y mujeres que fueron entrenados por el proyecto para servir de multiplicadores y gestores de Amazonia Joven en la cuenca media del río Caguán, pero también, en las veredas de influencia de la Zona de Reserva Campesina Pato Balsillas. Los dinamizadores fueron fundamentales para ingresar a zonas profundas del territorio donde el proyecto a través de su equipo técnico no logró llegar, pero también para mantener activo a Amazonia Joven en medio de la pandemia, cuando era imposible ingresar al área por las restricciones sanitarias. Los dinamizadores, 19 en total, son un recurso humano de enorme valor para agenciar desde las mismas comunidades los procesos de desarrollo sostenible iniciados por el proyecto.
Los participantes de los procesos productivos con nuevas capacidades y que tienen potencial de proyectarse como agentes de cambio desde sus propias familias y parcelas, en ese sentido jóvenes y mujeres cumplieron un papel protagónico, al apropiarse de los procesos y constituirse como referentes de liderazgo productivo, pero también, en el marco de los procesos deportivos y artísticos, hoy cuentan con competencias para promover procesos socioculturales en el territorio.
Si bien, la Escuela Río de Colores tuvo un énfasis en los jóvenes, también involucró a las mujeres y a los productores, muchos de ellos adultos mayores. Durante el desarrollo de muchos de estos procesos, se incluyeron espacios compartidos, que permitieron diálogos, sensibilizaciones y consensos de tipo generacional, territorial y de género.
Esos procesos de formación compartidos, fueron claves porque, permitieron impactos indirectos, en clave de intercambio y diálogos de saberes y visiones que enriquecieron el proceso formativo, facilitaron la cohesión social, contribuyeron a propiciar procesos cotidianos de convivencia a nivel familiar y comunitario y a ayudar a construir una idea compartida de territorio.
La Escuela Río de Colores, incluyó en la mayoría de sus apuestas, elementos clave relacionados con construcción de paz, enfoque de género y enfoque de derechos que fueron útiles para robustecer las capacidades y liderazgos de los participantes.
En proyectos de desarrollo rural sostenible de carácter integral que incorporan la generación de capacidad local como un pilar de su accionar, es necesario siempre contar con una estrategia previamente planificada de formación en diferentes niveles y esquemas, que complemente el desarrollo de capacidades y que articule las diferentes apuestas formativas con un sentido y un propósito claro desde el inicio.
Esto es, que combine y articule los procesos de educación formal titulada, especialmente dirigida a jóvenes, con los procesos de educación continuada y capacitación no formal en el marco de la implementación de los diferentes componentes del Proyecto. En estos casos, el enfoque de género, es un imperativo, con el fin de garantizar, no solo la igualdad de oportunidades frente al acceso a la formación, sino también la adaptación de contenidos y metodologías.
Amazonia Joven, desplegó un proceso en este sentido, definiendo una apuesta denominada Escuela Río de Colores, altamente diversificado en contenidos y rica en modelos pedagógicos, además en diferentes niveles y alcances y que capitalizó múltiples experiencias previas de los ejecutores. Sin embargo, el desarrollo de la Escuela fue un proceso complementado y ajustado a partir de los requerimientos, en el desarrollo del contexto, es decir se fueron definiendo e incorporando varios de sus componentes en la marcha y con baja articulación entre sí. Ello pudo reducir impactos adicionales positivos derivados de una apuesta más orgánica e integrada. Sin embargo, el hecho de capitalizar experiencias ya validadas por parte de los ejecutores, redujo ese riesgo y permitió enriquecer las metodologías de cara a futuras intervenciones. En conclusión, la escuela rio de colores fue un proceso planificado y creado a partir de lo que nos mostró la caracterización y diagnóstico inicial desarrollado en las comunidades.
De otro lado, es importante anotar, que cuando los procesos de formación titulada o no formal, promovidos por los proyectos, aprovechan la oferta educativa existente en el territorio, contribuyen al arraigo territorial de los jóvenes y además fortalecen y brindan legitimidad a las instituciones locales. Adicionalmente, si los procesos pedagógicos involucran, no solo al educando, sino a toda su familia y/a sus comunidades, facilita la aplicación práctica de los conocimientos, es decir, una formación altamente pertinente, se asegura en buena medida procesos de sostenibilidad territorial, pues los técnicos o dinamizadores, pueden aplicar con facilidad sus capacidades en los predios familiares, prestar servicios con mayor pertinencia al sector público y privado de la región o colaborar con nuevos proyectos en el territorio.
En proyectos de mediana duración, es altamente deseable que el recurso humano formado, pueda ser incorporado rápidamente a los proyectos, ello además de generar apropiación con las iniciativas, facilita los procesos de construcción de confianza con las comunidades, y fortalece la cualificación del recurso humano, aportando elementos de sostenibilidad social, tras la culminación de los apoyos externos.
Frente a los técnicos, no se tiene información sobre cuántos de ellos y sus familias lograron vincularse como participantes en los procesos de desarrollo agroalimentario y los impactos adicionales que ello pudo haber generado al contar con recurso humano cualificado participando en los modelos de producción agropecuaria. Sin embargo, otros jóvenes desescolarizados y mujeres, en tanto miembros de los diferentes grupos familiares, y quienes hicieron parte de otros procesos de formación, como la ECAS, dinamizadores, intercambios y diplomados, sí fueron un ejemplo de sinergia entre diferentes apuestas formativas.
Si bien Amazonia Joven no logró involucrar de forma intencionada o planificada a los técnicos que fueron egresando a las demás actividades relacionadas con las apuestas productivas, seguramente por la sincronía de los tiempos de formación técnica vs. el plan de acción del proyecto, si generó estrategias alternativas como la formación de dinamizadores, a través de procesos no formales con metodologías apropiadas, que permitieron rápidamente vincular ese recurso humano al proyecto y desatar procesos de acompañamiento intracomunitario altamente efectivo.
Otro aprendizaje tiene que ver con la necesidad de la complementariedad de las diferentes apuestas formativas. Como se anotó al inicio, en Amazonía Joven esto no fue del todo evidente. En ese sentido, la necesidad de articular las diferentes apuestas, bajo la óptica de un “plan de estudios comunitario” que establezca un “ideal” de participante formado, unos conocimientos básicos a instalar y otros complementarios en función de los intereses y competencias, y unas capacidades mínimas para que la comunidad avance tras el retiro del proyecto, pueden asegurar un mayor impacto y una mayor sostenibilidad.
Ello permite, en función de los recursos del proyecto, establecer diferentes procesos de formación en un mismo participante, generando una mayor integralidad en el proceso educativo, como el que desarrolla una Escuela. Un reto en ese sentido, y cuando existen varios ejecutores, es la necesidad de un proceso permanente de articulación y coordinación, que permita generar complementariedades y sinergias entre las diferentes experiencias y acervos pedagógicos, que, respetando las particularidades, permita avanzar por una misma ruta y hacia una misma meta. En ese sentido el proyecto mantuvo diferentes espacios de coordinación y articulación, con los equipos operativos cada mes en evaluación y planeación de actividades según el POA y ML, pero también comités de tipo técnico y táctico buscando fortalecer la integralidad de las acciones.
Una lección de alto valor se refiere a los escenarios de formación no formal que involucraron a diferentes grupos poblacionales (ECAS, intercambios, diplomados y giras, etc.), promoviendo diálogos de saberes entre diferentes generaciones, entre hombres y mujeres, y entre pobladores de diferentes áreas del territorio, que contribuyó a la cohesión social, la gestión de micro conflictos y mejoramiento de la convivencia familiar y comunitaria, la construcción de una idea compartida de territorio, como saldos pedagógicos más allá del proceso de capacitación técnica.
Un aprendizaje generado por Amazonía Joven, en el marco de la Escuela Río de Colores, fue ¿cómo mantener el proceso en medio de la crisis generada por la pandemia? En este sentido el proyecto desplegó dos mecanismos, uno presencial, los dinamizadores, y otro virtual, uso de las TICs disponibles, para continuar con las actividades, sino en la misma velocidad, si manteniendo la misma ruta.
En primer lugar, desplegó la estrategia de dinamizadores, que como ya indicamos, eran líderes de la comunidad formados con competencias para el acompañamiento y la animación social. Ellos fueron claves para monitorear, acompañar y mantener el flujo de comunicación entre el proyecto y los participantes.
En segundo lugar, el uso de las herramientas virtuales disponibles, a través de la telefonía celular con que contaba la comunidad. Esto implicó asegurar la conectividad a través de pines y a través de los dinamizadores promover procesos rápidos de formación digital de herramientas y aplicaciones gratuitas con la comunidad, y modificar los contenidos y lenguajes a esta nueva forma de comunicación. Complementario a ello, también se empleó la radio como medio para reforzar contenidos transversales de forma permanente, los cuales se diseñaron a la medida de las audiencias. Fue un reto de alta complejidad, pero que permitió mantener a flote el proyecto en medio de la crisis.